La depresión es uno de los trastornos psicológicos más
frecuentes en la actualidad. Dentro de los síntomas más conocidos de la
depresión, encontramos un estado
de ánimo caracterizado por la tristeza, la presencia de anhedonia (incapacidad
para disfrutar de las cosas), pérdida del apetito, sentimientos de culpa,
pensamientos de muerte o suicidio y
las conocidas “distorsiones cognitivas”, que llevan al paciente depresivo a
interpretar la realidad de una forma negativa y poco realista.
Sin embargo, en los últimos años ha aumentado el número
de investigaciones destinadas al estudio de los problemas neuropsicológicos
presentes en la depresión mayor. Según Hanna Snyder, del Departamento de
Psicología y Neurociencia de la Universidad de Colorado, la depresión aparece asociada a
alteraciones en lo que se denomina “funciones ejecutivas”. Estas capacidades
son las que nos permiten responder de forma flexible al entorno y tomar
decisiones adecuadas dirigidas a la consecución de determinados
objetivos, especialmente en situaciones novedosas.
Dentro de las mencionadas “funciones ejecutivas”, están
la capacidad de actualizar la información para centrarnos en la relevante en
cada momento, la inhibición de respuestas automáticas (como cuando hay que
ajustar la conducta a situaciones nuevas), la memoria de trabajo, que nos
permite mantener y manipular distintos datos de forma simultánea (como al leer
un libro), la habilidad para planificar una actividad y la fluidez verbal (como
la capacidad para generar palabras que empiezan por una determinada letra).
Según concluye Snyder, los pacientes con depresión mayor mostrarían alteraciones significativas
en todas ellas, aunque el grado de severidad de la depresión, así como el tipo
y cantidad de medicación tienen un papel importante en
dichas alteraciones cognitivas.
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